Eterno corredor de fondo
hacia ninguna parte:
las metas desaparecen, se volatilizan.
Llegas a nada. Un vacío. Ningún sitio.
Y sigues corriendo sin saber muy bien hacia donde
con las prisas del que espera la recompensa
de encontrar ese destino pactado de antemano
por las manos que te rodean
–visibles e invisibles-
y por tus propias manos.
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