QUISE JUGAR

Escribir para sentir tu sonrisa

jueves, 20 de enero de 2011

Curriculum

Me gusta escribir. Disfruto escribiendo. Seré bueno, malo, más o menos bueno, o más o menos malo. O simplemente, un escritorcillo del montón. Uno más de tantos. O como alguien me calificó en cierta ocasión, un escritor de los de andar por casa.


Lo cierto es que cuando escribo, aunque sea una sola línea o un solo verso -o lo que yo creo que es un verso-, chocan en mi espíritu sentimientos dispares de placer, satisfacción, felicidad y paz por la idea plasmada, e inquietud e inseguridad por cómo ha de ser la siguiente línea o verso que escriba. Sentimientos dispares y complementarios. Bella paradoja.


Estudié periodismo y como periodista he trabajado en diversas empresas con un resultado agridulce en todas ellas. Más temprano que tarde se acababa la relación laboral, a veces, por parte mía, cansado de no cobrar, de trabajar sin ver un duro, y otras, por parte de ellos, la famosa parte contratante, dando cerrojazo al negocio o dándome boleto para meter al amigo de un amigo o al familiar de un familiar. A grandes rasgos así ha sido mi vida laboral.


Sé que es difícil vivir de la escritura. Imposible. Sólo unos pocos lo consiguen. Una amiga me dijo que para ello primero hay que asegurarse “la papa”, y después, en el tiempo que te quede libre, con las espaldas ya cubiertas, escribir. Y es verdad. Sin dinero, sin comida, sin sustento, no se pude dedicar uno a escribir. Ni a nada.


Cuando trabajas, pasa que tras las obligaciones diarias del laboro vienen las obligaciones diarias de la casa (atender a los niños y a tu pareja, el abastecimiento de víveres y enseres varios, hacer la comida, fregar, pasar el aspirador, lavartenderplanchar la ropa... ¡Etcétera! ¡Qué te voy a contar que tú no sepas!), y el  tiempo libre -llamémosle así para entendernos- se gasta en hacer otras muchas cosas que has ido dejando pendientes, y en los consabidos imprevistos de toda índole y, por qué no, en descansar. ¿Escribir? Sólo coges el boli para hacer la lista de la compra: "Pescadilla que se muerde la cola, medio kilo".


Pero el caso de “cuando trabajas” no es mi caso actual. Llevo dos años de aquella manera… Pronto percibiré la última prestación que puedo percibir... No es que le vea las orejas al lobo. Es que las puedo acariciar con mis propias mejillas. ¡Qué bonito! ¡Qué escena más hermosa!... ¿El lobo y yo?, íntimos, dos inseparables.


A algunos, cuando se vieron derrotados, o con la soga al cuello, siempre les quedó y les quedará Paris. A mí, sin embargo, me da por escribir. Amigos y familiares me han sugerido que lo hiciera. Quizás sea para que, al menos, el Señor me coja confesado.

4 comentarios:

  1. Ánimo Pablo, sabes que soy una de tus más grandes admiradoras desde hace muuuuuuuchos años, y disfruto mucho leyendo tus sentimientos, me acercan a ti,compartir tu inspiración es un lujo para mi. Ya es hora de que tus amigos, familiares y demás puedan hacerlo también. Un beso (...de aquellos del 98).

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  2. Bueno, Pablito. Suerte en tu andadura bloguera. Lo que he leído de principio me ha gustado. A ver si te haces un "sitito" en este mundillo.
    Un beso, hermano

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  3. Yo seré tu fiel seguidora y se que hay alguien ahí arriba que también será fiel y te corregirá como lo hacía antes, pero sin que te des cuenta. Ánimo y adelante.

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  4. Ánimo y suerte. Ojalá algún días puedas cumplir tu sueño de vivir de esto. Piensa en "el secreto" solo tienes que desear una cosa con mucha fuerza para que se cumpla el milagrito.

    Siempre para adelante para atrás ni "pa" coger impulso.

    Rocío Barrio

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